viernes, 8 de diciembre de 2017

MARÍA INMACULADA

La virgen se llamaba María
(Lc. 1, 26-38)

María, mujer de Nazaret,
Tú eres cielo diáfano sin cicatrices de ventiscas
y tornados.

María, dama del silencio vivo y atento,
donde se funden docilidad y maternidad,
Tú eres entraña de grandeza en tu pequeñez.

María, muchacha de pueblo,
llana, sencilla, encarnada,
encanto de fe inquebrantable,
Tú eres aventura salvífica.

María, doncella del sí colmado en libertad,
el sí que no mira atrás,
ni se debate en la sombra de la duda,
Tú, Señora, eres la llave de la Buena Nueva.

María, ternura macerada en la confianza,
audaz en riesgos asumidos,
Tú eres oasis de paz y aliento,
tú eres nuestra aval.

María, fervorosa alegría,
asociada serenamente al Espíritu,
Tú eres palabra mágica
en la ausencia de nuestros vinos de boda.
María, entre títulos y coronas que te asfixian,
Tú eres humilde maternidad
junto a la sangre crucificada de tu Hijo.

Tú eres primavera en el dolor aceptado
y eres atmósfera virgen
adjunta a la esperanza de los excluidos,
a la sed de los oprimidos.

María,
en nuestro edén global
que la serpiente humana ha polucionado
a lo largo del tiempo,
Tú eres transparencia de Dios,
luz de nuestras noches.

¡Gracia plena!

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