Id
y haced discípulos…
(Mt. 28, 16-20)
Amigos del Galileo,
dichosos vosotros que lo habéis visto
subir al cielo,
tras su vapuleo en la tierra por amor.
Ahora triunfa. Sube a los cielos…
y os quedáis pasmados mirando a las
nubes,
como huérfanos,
esperando que las cosas de la tierra
se arreglen desde el cielo.
Habéis vivido la ilusión de tenerlo a
vuestro lado
y ahora se marcha a cumplir con el
Padre,
no sin antes echar el cerrojo a vuestros
miedos.
Porque ahora suena vuestra hora en su
Espíritu:
ser audaces testigos
y gallardos arrieros en el camino que
conduce a Él.
Fue necesario que os dejara.
Habríais podido continuar mucho tiempo
alucinados,
mirando al cielo, soñando castillos en
el aire,
a pesar de la urgencia de su evangelio.
Hacía falta que Él se fuera
para que todos los hombres escuchen su
voz
a través de vuestra voz.
Id,
no sigáis agarrados a las nubes.
Mostrad su camino que sólo pasa a través
de los hermanos.
Despegad del cielo, sí.
Y pisad bien la tierra,
como hombres nuevos que saben dar la
talla,
en medio de dudas e inseguridades.
No es fácil la tarea que os ha dejado el
Maestro:
Id y proclamad el mensaje a pesar de la
sordera del mundo.
Id y mostrad los signos, en medio de la
ceguera global.
Id y predicad el amor entre el barbecho
de los odios.
Id y sed testigos en medio de la
orfandad que provocan
las mieles de este mundo.
No, no es fácil, pero ésa es vuestra
tarea,
¡y la nuestra, como seguidores del
Nazareno!…