sábado, 25 de junio de 2016

EL ARADO

El que echa la mano al arado y sigue mirando atrás…
(Lc. 9, 51-62)

Se cumple el tiempo, Señor,
de subir a  Jerusalén.
La opción nos pilla con las manos en el arado.
Y el final se adivina en tu horizonte.

Antes,
hemos de detenernos en la Samaría
de la intolerancia
que propicia el fuego arrasador
deseado por tus discípulos.

Mas,
tú quieres pasar de largo,
porque el fuego del cielo no ha de recaer
sobre las veredas de enfrente,
sino sobre nuestras propias ruindades.

En el Camino
no caben historias intolerantes,
deshumanizadoras
por muy aplaudidas que sean
desde nuestras cunetas.

Subir contigo a la ciudad santa es caminar
instalado en tu libertad,
por más que las seducciones
intenten retener nuestro corazón.

Hemos de seguir arriesgando todo
para que el arado no se tuerza
a causa de nuestras miradas atrás.

Ayúdanos, Maestro, 
que el final se adivina en tu horizonte…

jueves, 23 de junio de 2016

MI QUERIDO YAGO



La muerte es el mayor enigma que sacude a los humanos. Es ese lugar en el que, inexorablemente, todos coincidimos, unos tardíamente Otros, como tu querida madre, Dolores, inesperadamente. 
Cuando Fabio y Lorenzo me comunicaron, hace unos días a través de WhatsApp, su repentino fallecimiento, querido Yago, no podía dar crédito.  Entré en Facebook, y un montón de correos remachaban el triste desenlace. Confieso que la noticia ha afectado a mi ser humano entero. ¡Y enseguida pensé en ti! También en tu tío Manolo. Su muerte cortó en seco la trayectoria de vuestras vidas.
Tu madre, Yago, ha terminado su ruta por este mundo y su tiempo. Aunque será recordada siempre como la gran mujer que fue en medio de sus propias vicisitudes. A partir de ahora ya no todo será igual para ti. Su muerte, sin sentido como final intolerable, ha amenazado la estabilidad emocional inmediata que te vinculaba a ella. ¡Esa felicidad de tenerla siempre a tu lado, de la que he sido testigo hace dos años, cuando tuve la oportunidad de veros en Cariño! De repente, has visto truncarse ese caminar de inmensa dignidad  entre vosotros dos, unidos a tu tío. ¡Todo un testimonio  de vida en común, sin  enmascaramiento de la realidad dura y quebradiza que vivíais...
La muerte es el acontecimiento único, decisivo y universal. Un tránsito inevitable desde su propio misterio. Un final aparentemente absurdo de la vida. Pero quien te escribe es creyente, como sabes,  y por ello no dudo, ni escamoteo el sentido profundo que encierra “el más allá”. Como  acto definitivo del ser humano, me agarro a la esperanza, para tratar de iluminar tus noches de estos días…
No estás solo, querido Yago, ella, con su ideal de madre,  seguirá empujando tu vida, con el mismo tesón que acariciaba, como fui testigo, el día a día de tu atormentada minusvalía. No estás solo, no. Tu tío Manolo, dentro de sus posibilidades, y Cariño, generoso como siempre, seguirán a tu lado y saldrán al paso de todas tus dificultades. Y –¡cómo no!- el Señor que aprieta, pero no ahoga, no te abandonará. Él mismo comprometió su palabra por los caminos de Galilea: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré…”  Ésta es mi convicción de cristiano que celebra la muerte como un hecho de salvación en relación con la muerte y la resurrección del Señor. La vida cristiana se ilumina a través de este misterio, sabiendo que nuestro Dios es un Dios de vivos,  no de muertos. Sólo Dios puede hacer de nuestra muerte un nacimiento, una vida nueva.
La muerte de tu madre se ha detenido repentinamente y definitivamente en el puerto de Cariño, tras una fatigante singladura, sin apenas prevenirnos de las incertidumbres de la travesía. Pero su vida nos habla de una gran mujer a pesar de sus limitaciones, luchadora tenaz y, a pesar de todo, alegre. Desde hace dos años, me ha escrito mucho, me ha abierto su corazón y me ha hecho sentir el palpitar inmenso de su gran personalidad, manifestada ya desde los lejanos tiempos de “Nordeste”. 
Que su muerte esté en tu corazón, para sentirla a ella latiendo al unísono, junto a ti. Un abrazo más fuerte que nunca, querido Yago. Y que nuestra Señora del Carmen te bendiga. 

sábado, 18 de junio de 2016

Y VOSOTROS

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
(Lc. 9, 18- 24)


Me delata, Señor, el miedo inconfundible
de confesar la verdad…
pero, como Pedro,
siento la necesidad de proclamarla
en medio de mis hermanos:
¡Tú eres el Mesías de Dios! 

En los ratos a solas con mi corazón
resuena la esencia de tu Evangelio.
Tú no eres el caudillo glorioso,
el esperado rey libertador. 

(Tampoco eres renuncia sin más,
la cruz porque sí,
la vida menospreciada…)

Tu propuesta, Señor,
libremente,
es renunciar para ser colmado.
es tomar la cruz para gozar de la resurrección,
es perder la vida para ganarla. 

Tus exigencias, sin equívocos,
trazan las pistas,
son tus huellas en el Camino…

Cuando dejas Cesarea para subir a Jerusalén,
comienzo a entenderlo todo…
oigo tu sed de justicia y tu pasión de solidaridad,
tu ambición de amor y tu hambre de paz.

No quiero, pues, compensaciones místicas
al hilo de ilusiones.
Quiero en la vulgaridad de mis días,
confesar en alto, sin miedo:

¡Tú eres el Mesías de Dios!

sábado, 11 de junio de 2016

EL PERFUME

Vino con un frasco de perfume…
(Lc. 7, 36-8, 3)

Señor,
la publicana, sin invitación,
ha refrescado con sus lágrimas tus pies de profeta.
Con el perfume de su escándalo, ha ungido
tu carne, a punto de ser lacerada,
con el perfume de su escándalo.
E inundó de buen olor la morada. 

Él, Simón,
pretendió atraparte entre los muros de sus leyes,
revolcado en la seguridad de sí mismo,
y levantó barreras
como juez atrincherado en la seguridad de su fe.

Besos, lágrimas, perfume
de la pecadora hecha amor y ternura.
y enfrente, la reprobación del bueno,
instalado en el sistema.

Ella rompió riesgos,
atravesó la ley de todos los entredichos,
convencida de tu perdón,
como insolvente de este mundo.

Simón no arriesgó nada.
Ante los comensales sancionó su reputación social
con el desprecio a la intrusa.
¡Sin más!

El escándalo fijo su precio…
Simón te crucificó
antes de tiempo con su mirada de soslayo.
Mas tu palabra fue noticia…

Y mientras el verdadero pecado rodó,
hasta hoy,
por las carnes del fariseo,
ella no volverá a otros brazos más que a los tuyos,
invadida de tu amor, Jesús

sábado, 4 de junio de 2016

NAÍN

Iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín…
(Lc. 7, 11-17)



Llora la humanidad a diario
como en el sur de  Galilea, en Naín,
lloraba la madre viuda arrebatada por el vértigo
de todos los dolores,
en el encuentro inesperado contigo, Señor.

Tu gesto fue gratuidad,
el suyo lágrimas por la muerte consumada,
¡y te tocó su dolor!

Porque Tú no eres un Dios ausente,
tu mirada invadió el abismo del féretro,
y se hizo la vida…
            

Hoy, Señor,
en el Naín de nuestra tierra,
también un cortejo  camina preso de dolor
frente a la comitiva de la esperanza.

No dejes el corazón humano a la intemperie,
donde  muerte y vida
entretejen su  horizonte.

Danos  la oportunidad de creer en la muerte
no como el triste final de nuestra leyenda,
sino como
la piedra corrida del huerto donde confluyen a diario 
todas las lágrimas viudas de nuestra humanidad...