domingo, 2 de marzo de 2014

PROVIDENCIA

No estéis agobiados por la vida….
(Mt. 6, 24-34)


Padre, Tú me has llamado a la vida,
para enseñarme a caer en tus brazos,
como el niño que se abandona en su padre,
descuidando el mañana y sin pensar en el ayer.

Tú  me has llamado a la vida,
para hacer de tu providencia el lugar del encuentro
de mis angustias y preocupaciones,
en la certeza de que nada esencial me faltará.

Tú me has llamado a la vida, Padre,
para evitarme ser esclavo del dinero
que pudiera hacerme tirano,
afanado por llenar mi granero noche y día.

A imagen de los pájaros y de los lirios del campo,
que escuchamos de tu Hijo, el carpintero de Nazaret,
me has llamado a  ocuparme, razonablemente,
del momento presente,
sin estar colgado a los agobios, a las obsesiones.

Desde ahora debo vivir volcando
en tu corazón providente
mis horas contagiadas de esperanza,
pero sin esperar  bobamente un milagro de lo alto.

Padre,  Tú que me has llamado a la vida,
déjate tocar por mis lágrimas hasta mi atardecer
y rocíame de coraje para no caer víctima
servil de señores engañosos,
porque Tú, y sólo Tú,
                   eres la providencia de mis días.

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