lunes, 10 de febrero de 2014

¿QUÉ HACER?

“… Que haya niños pasando hambre, hambre verdadera, pasando el frío inclemente que trasvasa los cristales de unas ventanas que  no cierran, sin agua en los grifos y, mucho menos, caliente, en estos días de helor del mes de febrero, produce estupor, indignación y una sensación dolorida de impotencia. ¿Qué hacer?... La pregunta es ineludible: ¿hasta cuándo nuestros niños pasarán hambre? ¿Hasta cuándo llorarán las madres por esta malhadada indefensión de sus hijos? ¿Qué han hecho los pequeños sino soñar en la bondad de un mundo, que ahora se les presenta como una barrera insalvable y dolorida?” Esto escribía mi buena amiga Mariluz Escribano, catedrática jubilada de nuestra Universidad, el pasado domingo (09.02.14) en “Ideal” de Granada.. ¡Todo un latigazo literario llamando a la conciencia de cada lector!:
Y hace unos días otra amiga, Fátima, de Cariño (Galicia), siempre tan sensible a las circunstancias humanas, dejaba caer en su página de Facebook, que en Ferrol hay niños que van a la escuela con hambre…
¿Qué hacer? Pues bien.  Sirva de ejemplo la acción que en el mismo Ferrol lleva José Manuel Pita, un amigo de mi infancia.  Desde hace 17 años preside la ONG “Dios y Pan”, fundada por él bajo el lema “Un ferrolano, una esperanza”. A brazo partido lucha en su medio, desde entonces, en favor de cuantos malviven en el umbral de la pobreza… Evidentemente, no estamos llamados a ser fundadores de ONGs, pero sí a urgirnos de la forma que sea, para intentar, con nuestras pobres posibilidades, paliar la lacra del hambre, empezando por nuestro entorno, donde también acampan muchas necesidades. Estamos en la semana de ”Manos Unidas Contra el Hambre”, una ocasión -¿sólo una al año?- para compartir y secar  lágrimas vecinas…
¿Qué hacer? Algo, algo… esos “algos” que unidos hacen mucho. Nuestra conciencia puede tener la respuesta en cada momento ante la reiterada pasividad de tantos corazones. Jesús de Nazaret dejó claro que “cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt. 25, 40).  No consintamos, pues, que nuestro planeta siga feliz, rotando en torno al sol, ausente de las tragedias que desgarran sus entrañas.


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