domingo, 16 de febrero de 2014

PLENITUD

…no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
(Mt. 5, 17-37)


Maestro  de Galilea, ¡qué bueno!
Cuando bebo agua de tu fuente,
sé si es agua pasada por molino
o es agua siempre nueva que no deja de pasar.

Tu agua tiene un lenguaje resucitado,
en lógica de amor,
que me abre límites insospechados,
más allá vacías palabras y leyes.

La novedad de tu mensaje
no destruye la ley y los profetas,
porque va mucho más lejos, como agua
que renueva
la coherencia y la confianza.
¡Entrañas de libertad!

La ley no cosecha en cauces acomodados,
sino en clima abierto y fraternal.
Tú lo dices,
la plenitud de tu ley pasa por la reconciliación con el hermano.
Antes que Tú es mi prójimo… ¡Qué bueno!
Es la plenitud de tu Palabra.
¡Tu plenitud soñada, Nazareno!

Tu novedad me dice que soy
deuda de amor contraída con la humanidad,
liturgia plena, oreada con paz y  justicia.
Que no soy presidio a perpetuidad,
sino horizonte que se ensancha en plenitud fraterna.

Ahora, Maestro, que saboreo el agua de tu fuente,
ahora, entiendo tu ley como un medio,
simplemente. No un fin.
Como un vivero de libertad
que arde en tareas fraternalmente compartidas.

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