(Lc.
1, 26-38)
La virgen
solidaria, nacida sin mancha,
como esclava de Dios, leal y modesta,
dio su
consentimiento a la Palabra,
y fue coautora de la divina promesa.
Para besar a su
prima embarazada,
y compartir la
salvadora sorpresa,
fue solidaria,
cruzando angostas sendas.
En noche de
rebaños y pastores,
también ella
parió a su criatura,
solidaria de los
pobres, sin techo,
dentro de una
cueva llena de negrura.
Atenta y
solidaria en tarde de boda,
gracias a ella
no faltó vino, sobró de hecho,
por más que la cosecha no llegara.
Leyó en su Hijo
la primera oda,
solidaria de la
Buena Noticia,
¡dichosa por
cumplir la Palabra de vida,
bendita ella con
toda justicia!
Consumó
solidaria su mirada a la cruz,
cuando la
amargura marcó su diseño
sobre los
hombros del nazareno Jesús.
En el monte
cruento, junto al leño,
bañada en
lágrimas, fue solidaria
de su Hijo y de seguidores
del sufrimiento,
con fortaleza y
dolor no pequeño.
Jesús, de nuevo
entre sus manos,
descansa en su
soberana solidaria,
cual otro Belén
ahora desangrado.
Vivió alegría
pascual al triunfar el Nazareno
y fue coronada
inmaculada, sin tacha,
por ser virgen
solidaria,
y tener los pies
firmes sobre terreno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario