viernes, 1 de noviembre de 2013

LA MUERTE, ESE ENIGMA


Hoy que los cementerios lucen toda clase de sentimientos, de recuerdos y de flores, podemos recordar que “el máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua… La semilla de eternidad que en sí lleva, por ser irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte. Todos los esfuer­zos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del más allá que surge ineluctablemente del corazón humano”,  según el Concilio Vaticano II.  
La muerte viene a ser el quicio de la vida que si encierra confusión y ruptura esenciales, también es presagio de la culminación personal  que reclama un más allá. Es escandaloso que hayamos convertido la muerte en un espectáculo, en cuyo drama “sobran espectadores del duelo ajeno, y faltan acompañantes que lo hagan suyo”, en palabras del profesor José-Román Flecha.
“Si queréis realmente, contemplar el espíritu de la muerte, leemos en El profeta de Khalil Gibran, abrid de par en par las puertas de vuestro corazón al cuerpo de la vida. Pues la vida y la muerte son una misma cosa, como el río y el mar son una misma cosa". 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario