sábado, 8 de junio de 2013

NAÍN


Iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín…
(Lc. 7, 11-17)
 

Llora la humanidad a diario
como en el sur de  Galilea, en Naín,
lloraba la madre viuda arrebatada por el vértigo
de todos los dolores,
en el encuentro inesperado contigo, Señor.  

Tu gesto fue gratuidad,
al margen de la fe de la mujer.
Sólo te importó su dolor.  

Y porque Tú no eres un Dios excluyente,
tu mirada se asomó al abismo de la muerte,
para vencerla.

Hoy,
en el Naín de nuestra historia,
también un cortejo camina preso de dolor,
frente a la comitiva de la esperanza.  

Señor,
que Tu palabra siga siendo vida...
No dejes el corazón de la tierra a la intemperie.
En tu mismidad profunda escucha las lágrimas
de tu pueblo,
donde  muerte y vida entretejen el horizonte
de tu amor.
 
Dame hoy la oportunidad de creer en Ti,
como manantial de vida,
ya que la muerte no es un triste final,
como no lo fue en tu Gólgota.  

Contágiame de Ti, que te siento ausente,
para que florezca vida en mi derredor.
Que mi mirada, como la tuya en Naín,
sea lenguaje de solidaridad,
hasta reventar de alegría...  

Sólo así,
mi vivir será un privilegio
para mis hermanos, hijos de muchas lágrimas viudas.
Porque no todo está muerto,
mientras tu vida recorra mis caminos de Naín.

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