A los cincuenta años
de un encuentro
inolvidable en
Ceñida de azul, Señora,
y generosa guardiana
de regueros de súplicas,
eres tierna valedora.
con el gozo y la esperanza
peregrinan a tu Cueva
malignas enfermedades.
Aguas serranas en ruta
oyen infinitas penas,
incomprensibles miserias,
ajuar de humano en tu Gruta.
Mujer,
mira el aluvión de antorchas
que iluminan, cantan, lloran.
Piden trocar en buen vino
el agua, hiel de sus conchas.
Ante tu Cueva rocosa,
desnudo mi corazón
ha palpado tu secreto.
Mi espina es ya dulce rosa.
Eres Dama de la Gruta,
ceñida de azul,
Señora.
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