miércoles, 21 de noviembre de 2012

CARTA A MILIKI, CAMINO DEL CIELO

Inolvidable Miliki, han pasado unos días de tu marcha definitiva a otro mundo de alegrías eternas. En tu caminar por esta tierra, aquejada de tantos males, has dejado una estela de gozo y paz que no sé si sabremos tus “vecinos”  agradecértelo esencialmente.

Sembraste felicidad en generaciones de niños, (yo septuagenario, me siento entre ellos). Pero una neumonía (¿o un dolor de mundo?) te arrancó de Rita, tu mujer, y de tus hijos y de los hijos de tus hijos. Y de todos nosotros que te llamamos amigo.
El circo fue tu casa, tu talento, tu oficio y sementera de ilusiones. Fuiste el Payaso con corazonadas de amor que contribuyó con cercanía y ternura a redimir  (al menos, a golpes de tiempo) a nuestra sociedad de sus corsés de egoísmos, envidias y vanidades. Ésta ha sido una formidable herencia, un legado de amplias sonrisas que quedará por generaciones incrustadas en los deseos de paz y bienestar que tú siempre has transmitido.

Me imagino tu llegada a la Patria común de la dicha:

-¡Hola, don Diosito!
-¡Hola, don Miliki!
-¿Pasó usted ya por casa?
-Por su casa yo pasé.

Pasaste, y allí estás…, pidiéndonos que sigamos siendo niños cantando a la gallina Turuleca,  a Susanita y su ratón, a la barba que tiene tres pelos,…

Sí, "había una vez"…  Y ¡sigue habiendo!, porque tú, Miliki, sigues vivo en nuestro calor y en nuestra esperanza,  convencidos, como tú, de que “hay que reírse para seguir vivos”.

¡Inolvidable Miliki, gracias!



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