sábado, 5 de noviembre de 2011

DESPIERTOS

…manteneos despiertos, que no sabéis el día ni la hora.
(Mt. 25, 1-13)










             
              Vigilar, mantenernos despiertos,
es la definición de la esperanza a la que nos llamas,
Señor.

Eres el novio que llegas en nuestra noche febril,
oportuno con la urgencia de la fiesta,
la fiesta de tu encuentro de cada día,
¡tu fiesta nupcial con la humanidad!

No nos podemos permitir que pases de largo
y se cierren las puertas
al encontrarnos adormilados en la oscuridad
de la indiferencia.

Tenemos que estar despiertos
cuidando de mantener nuestras lámparas
encendidas.
No las luces de nuestros ritos,
sino las lámparas que alimentan a los que padecen hambre,
que cuidan a los abandonados,
que lloran por los niños prostituidos.

Nos llamas a la vigilancia,
mientras el mundo va a la deriva
con su falsedad que hipnotiza.

Nos llamas al sueño de la fraternidad universal,
a permanecer solidarios de la sensatez
y no de la necedad de la vida cómoda, consumista,
de la monotonía trivial de la vida diaria.
Nos llamas a proveernos
del aceite que garantiza la llama de amor.

La expectativa de tu encuentro,
aunque sea una larga espera,
es la sorpresa que nos mantiene despiertos, Señor,
en medio de nuestra larga noche.
¡Ansiedad de felicidad!

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